Los fantasmas de un modernismo pulp

21.08.2022

Por Juan Mattio*


Durante los primeros meses del aislamiento social obligatorio realicé el experimento de registrar ciertos titulares de los diarios. Por ejemplo: La NASA y el inquietante universo paralelo donde el tiempo podría ir hacia atrás en Clarín, el 20 de mayo del 2020. El avispón asesino amenaza EEUU, en Infobae, el 7 de mayo. La NASA alerta sobre las catástrofes que podría traer el sol en proceso de 'recesión' en Clarín, el 16 de mayo. Cambio climático, las ciudades que quedarán sumergidas antes del 2100, en Tiempo, el 6 de mayo.

Estos escenarios, que podrían haber imaginado J. G. Ballard o Philip K. Dick, estaban circulando en los medios masivos mientras una pandemia asolaba al planeta. La imaginación del desastre -como la definió Susang Sontag para pensar ciertas ficciones como el cine catástrofe o ciertas películas de terror que ubican el origen del monstruo en un experimento científico- ya no es un tipo de imaginación extraordinaria, sino que se fue volviendo cotidiana sin que muchos de nosotros ni siquiera nos diéramos cuenta. Incluso recibimos la noticia de que el agua empezaría cotizar en Wall Street en diciembre de ese mismo año con una mezcla de resignación e indiferencia. La única imagen de futuro que parecemos capaces de proyectar después del capitalismo es la de una debacle que lleve a la especie a luchar por su supervivencia.

Es llamativa la velocidad con la que algunos intelectuales se apuraron a lanzar hipótesis sobre cuáles serían las consecuencias del Covid-19: "no habrá ningún regreso a la normalidad", decía Slavoj Žižek. "Sobrevivir se convertirá en algo absoluto, como un estado de guerra permanente", escribía Byung-Chul Han. Lo cierto es que las especulaciones sobre un mundo postcapitalista parecen ocupar hoy el lugar de la vieja ciencia ficción. La transformación radical de las relaciones sociales se percibe como un futuro imposible. Este es el clima cultural que Fisher definió como realismo capitalista.

La única imagen de futuro que parecemos capaces de proyectar después del capitalismo es la de una debacle que lleve a la especie a luchar por su supervivencia. 

Muchas veces me encuentro pensando que ese realismo político no puede ser una completa vigilia. En algún lado, me digo, tienen que estar las elaboraciones no inmediatas ni pragmáticas de la realidad. Pero, ¿cómo entrar en contacto con los sueños, además de las pesadillas, que genera nuestro inconsciente político en relación al futuro?

No se trata ya de revisar proyectos futuristas que estén circulando en nuestras sociedades sino de tratar de indagar qué tipo de sensibilidades están disponibles para servir de base a esos futuros. Por eso quisiera detenerme un momento en torno a la idea de modernismo pulp que utilizó Mark Fisher y que puede definirse como "un tipo de cultura que mantenía un pie en lo experimental y un pie en lo comercial", según la lectura de Phoebe Braithwaite¹. La propuesta de Fisher es trabajar con el impulso vital del modernismo sin convertir al campo cultural en una trinchera elitista o clasista que expulse al gran público.

Me pregunto qué lugar podrían ocupar los géneros pulp (ciencia ficción, género negro, terror, etc.) en ese proyecto que imaginó Mark Fisher. Creo que junto a su inmenso interés por la música -en ese arco que va desde el postpunk al pop- es posible situar también sus lecturas de Lovecraft, Daphne du Maurier o Christopher Priest como parte del material en el que estaba pensando cuando hablaba de modernismo pulp. Escritores que trabajan en tradiciones alejadas del realismo y que producen o conectan, en la lectura de Fisher, con sensibilidades que es necesario revisar: lo raro (weird) y lo espeluznante (Eerie).

Esas sensibilidades están asociadas, en Fisher, a la percepción de dos entidades ubicuas e inquietantes: capital e inconsciente. "El capital -escribe- es ante todo una entidad espeluznante: a pesar de surgir de la nada, el capital ejerce más influencia que cualquier entidad supuestamente sustancial".²  Y en el caso del inconsciente, lo piensa como "una máquina de montaje, un generador de extrañas yuxtaposiciones" que están asociadas a la sensibilidad rara.

Lo cierto es que las especulaciones sobre un mundo postcapitalista parecen ocupar hoy el lugar de la vieja ciencia ficción. La transformación radical de las relaciones sociales se percibe como un futuro imposible. Este es el clima cultural que Fisher definió como realismo capitalista. 

De modo que las dos entidades que gobiernan buena parte de nuestra vida, material y subjetiva, tienen disposiciones y cercanías con formas de sensibilidad que los géneros pulp pueden ayudarnos a revisar. La paradoja es que parte de estos imaginarios, como decíamos al principio, hoy parecen capturados por eso que el mismo Fisher llamó realismo capitalista. Como si la ciencia ficción y las literaturas fantásticas hubieran mutado en una nueva forma del realismo. O, aún peor, como si solo sirvieran para capturar los terrores nocturnos de la sociedad. Terrores donde no hay nada que podamos asociar a un impulso utópico.

China Mieville, escritor inglés que forma parte de la corriente conocida como New Weird, escribió un artículo que considero fundamental para revisar la relación entre literaturas fantásticas y política. En "Marxismo y fantasía", Mieville propone que "Lo fantástico puede ser de especial interés para los marxistas por un motivo (...) que se refiere a la peculiar naturaleza de la realidad social y de la subjetividad moderna"³ y argumenta que al vivir en unas relaciones sociales que se fundan en el fetichismo de la mercancía, es decir, movimientos sociales donde los productores aparecen como controlados por los objetos que ellos mismos producen, "lo fantástico puede ayudar a abrirnos a un arte crítico al permitirnos estudiar en detalle las paradojales formas modernas".

De algún modo, Mieville y Fisher están construyendo hipótesis similares. Podríamos pensar que existe un modernismo pulp donde podría situarse a Mieville y una sensibilidad new weird que Fisher exploró y donde su concepto de hauntología es clave. Porque si Mieville piensa que las literaturas fantásticas pueden servirnos como maneras de comprender los extraños -y, por cierto, muy abstractos- modos que adquieren nuestras interacciones sociales bajo el régimen de producción capitalista, Fisher parece buscar una relación entre la sensibilidad espeluznante y la omnipresencia de esa fuerza virtual que llamamos capital.

Creo que recuperar la idea de futuro (el futurismo político necesario para pensar cualquier ambición postcapitalista), no es sólo recuperar un proyecto social viable a largo plazo sino, y tal vez haya que decir sobre todo, una sensibilidad social que hoy parece bloqueada para nosotros.

Desde esta perspectiva, los géneros pulp pueden pensarse como campos de experimentación donde las sensibilidades se perciben y se dan forma, donde se tensa el pensamiento entre los extremos de la nostalgia y el futurismo, donde se ponen de manifiesto los temores sociales pero también las expectativas políticas que habitan en ese territorio que llamamos futuro.



¹  https://jacobinlat.com/2020/09/25/el-modernismo-popular-de-mark-fisher/

² Fisher, Mark (2016). Lo raro y lo espeluznante. 

³ https://proyectosynco.com/marxismo-y-fantasia/


*Editor de las revistas culturales Juguetes Rabiosos, La Granada Sonámbula. Su novela Tres veces luz obtuvo una mención en el premio Casa de las Américas en 2015. Coordina talleres de lectura y escritura y desde 2018 es parte de Synco, observatorio de tecnología, ciencia ficción y futuros.


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